viernes, 15 de enero de 2010

¿QUÉ ENSEÑA LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA SOBRE EL INFIERNO?

¿QUÉ ENSEÑA LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA SOBRE EL INFIERNO?
a) La Iglesia ha canonizada a sor Faustina Kowalska, religiosa polaca que promovió la devoción a la divina misericordia. a pesar de esa confianza ilimitada que tenía en la misericordia de Dios, narra una experiencia mística personal en torno al infierno, que merece ser transcrita, aunque, como toda revelación privada, no es materia de fe sino que se ajusta a lo que la Iglesia concibe de la condenación eterna, y nos pueden servir a todos para reflexionar en algo que solemos olvidar con facilidad:

"Hoy, relata Sor Faustina, he estado en los abismos del infierno, conducida por un ángel. Es un lugar de tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión! Los tipos de tormentos que he visto:
el primer tormento que constituye el infierno, es la pérdida de Dios;
el segundo tormento, el continuo remordimiento de conciencia;
el tercer tormento, que aquel destino no cambiará jamás;
el cuarto tormento, es el fuego que penetra al alma, es un tormento terrible, un fuego puramente espiritual, incendiado por la indignación divina;
el quinto tormento, es la oscuridad permanente, un horrible y sofocante olor; y a pesar de la oscuridad los demonios y las almas condenadas se ven mutuamente y ven todos el mal de los demás y el suyo;
el sexto tormento, es la compañía continua de Satanás;
el séptimo tormento, es una desesperación tremenda, el odio a Dios, las imprecaciones, las maldiciones, las blasfemias.
Estos son los tormentos que todos los condenados padecen juntos, pero hay tormentos particulares, que son los tormentos de los sentidos.
Que el pecador lo sepa: con el sentido que peca, con ese será atormentado por toda la eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningún alma se excuse diciendo que el infierno no existe o que nadie estuvo allí, ni sabe cómo es.
Yo, Sor Faustina, doy testimonio de que el infierno existe y que la mayor parte de las almas, que allí están, son las que no creían que el infierno existiera”.
Y Sor Faustina concluye:
Cuando volví en mí no pude reponerme del espanto: qué terriblemente sufren allí las almas. Por eso ruego con ardor por la conversión de los pecadores e invoco incesantemente la misericordia de Dios para ellos. Oh Jesús mío, prefiero agonizar en los más grandes tormentos, que ofenderte con el menor pecado".
b) LA TRADICIÓN INSISTE EN EL GRAVE DEBER DE PREDICAR EL INFIERNO:
"¿No es mejor sentir un breve ardor a causa de nuestros sermones, se pregunta San Juan Crisóstomo, que arder en llamas eternas?". "Descendamos en vida" aconseja San Bernardo "con nuestra mente al infierno para que no descendamos en la muerte." "Todas estas cosas", explica San Gregorio Magno, se dicen para que nadie pueda excusarse basado en su ignorancia que únicamente cabría si se hubiera hablado con ambigüedad sobre el suplicio eterno".